El salto del fotógrafo profesional

Tenía pendiente escribir este post, y sí, los días van sumándose, y casi me meto en el mes de febrero, así que podemos llamarlo mejor mi compromiso para los próximos once meses del año…, o simplemente, hasta que acabe el año. 

Finales del 2017 ha sido un momento de transición definitiva para mí, en el que me he enfrentado a cuestiones muy internas, y finalmente he tomado la decisión, de una vez por todas, de dejar que mi yo fotográfico tomase las riendas de mi vida profesional. No es una decisión alocada, ni espontánea. Pros y contras han estado de la mano, generándome ruido, peleas y conflictos al nivel solo comparable a los que se pueden dar por ejemplo, en Twitter. No entraré en las consideraciones profesionales que han ido menoscabando mi interés por mi antigua profesión que tanto me ha dado años pasados, porque eso da igual. En realidad no ha sido la suma de los puntos negativos del lado de la calle que dejo (aunque fueran sumando para crear una atmósfera cada vez más irrespirable) los que me han empujado a esta decisión, sino por el contrario, un  constante tirón hacia fuera, la fuerza gravitacional cada vez más fuerte que llevo dedicando mis energías más positivas, que no ha sido otra cosa que la fotografía. 

No quisiera entrar en justificaciones que impliquen cierto determinismo vital, con el llamémosle destino como comandante, aunque si me pongo a postular brevemente diría que la vida (al menos la mía) pasa a veces por fases que poseen elementos parecidos a los agujeros de gusano que aparecen de una película de viajes espaciales. Una serie de condicionantes que se conectan de improvisto, y que facilitan tu desplazamiento personal, profesional, o sentimental, hacia un punto que de otra manera no te encontrarías. En este caso en particular han sido dos hechos coincidentes en el tiempo que han terminado de sopetón, y al menor por ahora, con los ruidos de conciencia. Uno, que se me acabara el contrato en mi antigua empresa, donde he llevado unas condiciones de trabajo intragables. Y el segundo, que descubriera casi por casualidad el programa de “La Lanzadera de fotógrafos”, que me diera por solicitarlo y que aceptaran entre las más de mil ochocientas solicitudes que han tenido este año. Justo en el momento que acababa mi contrato, y justo las disciplinas que necesitaba. Ahora voy a tener el tiempo para hacerlo en serio, y el impulso definitivo para adquirir las capacidades que parece tener cualquier buen hijo de vecino (vecino fotográfico). 

Porque prosperar y poder mantenerse detrás de una cámara requiere de toda una serie de aptitudes aparte de las aritméticas sobre composición, píxeles, el número f, y la profundidad de campo. Disciplinas mucho más mundanas como el marketing, publicidad y la contabilidad, propias del mundo de los mercaderes son la base para prosperar en la fotografía profesional, y eso es lo que quiero adquirir en el programa de “La Lanzadera”. Y aun así, hace falta algo más: comprender qué significa realmente ser fotógrafo profesional. No basta en saber cómo llevar bien una sesión de retratos, o en cómo obtener el mejor book de fotos. Puedes hacer los mejores reportajes de bodas, o hacer la mejor fotografía infantil de toda Madrid (¡o de todo el universo!), pero si no entiendes lo que se te exige cuando estás trabajando como fotógrafo profesional, acabarás fallando. Tener un comportamiento profesional significa ofrecer tu trabajo con unos estándares de calidad, y que satisfaga lo que la persona que te encarga el trabajo espera, cumpliendo con lo establecido y manteniendo los compromisos. Entender cuáles son las necesidades reales de cada persona que te pide un trabajo para poder ofrecérselo. Saber escuchar y explicar con tesón lo que puedes aportar una y otra vez, generando la confianza para poder ofrecer un servicio de calidad. Ser capaz de mantener esos compromisos en todo momento con quien te solicita un book de fotos. 

Comprender todo ello es importante, porque los servicios que vendes no son imágenes captadas por una cámara. Cuando alguien te solicita que hagas unas fotos de su recién nacido, o su reportaje de bodas, lo que realmente te pide es que captes en una fotografía los recuerdos de unos momentos muy especiales. Cazar, y retener esas emociones para toda la vida, y utilizar la foto de catalizador para rememorar esas emociones. Eso es lo que siempre ha atraído de la fotografía, y por lo que sigue siendo tan fundamental. Que alguien te cuente que la foto que le hiciste con su hija haces unos años es la mejor foto que tiene de esos años cuando aún era pequeña, o que una persona a la que has fotografiado vuelve a contactarte cuando se queda embarazada porque cree que nadie le puede hacer mejor las fotos que tú, entonces sabes que estás cumpliendo tu trabajo. 

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Por eso, y después de toda estas divagaciones propias de la catarsis personal que estoy llevando a cabo, dejo aquí mi compromiso para este año, que no es otro que el de desprenderme de viejas trabas para convertirme en mejor fotógrafo y educarme en todo lo posible para poder ser un fotógrafo profesional, en todos los aspectos, y con todo lo que implica. Deseadme suerte, que la aventura acaba de empezar. 

 

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